La Verdad de la Pieza

Siempre se busca la verdad en esto de las antigüedades. Los hombres que aman el arte y los coleccionistas de corazón saben que la cosa comprada debe tener su nombre. Es la ley. Una preocupación honesta y vieja como el tiempo. Hoy, como un hombre que ha visto la vida, daré mi parecer.
La Verdad de la Pieza
Lo primero, antes que nada, es que lo que uno compra sea de ley. Que su marca hable, que sea de una casa de renombre, o que los viejos papeles, los libros de familia, los herederos o los mismos fantasmas de los objetos te cuenten la historia. Te digan de dónde viene la pieza, cómo llegó a tus manos. Esa es la base.
En las antigüedades, ya sean tazas de porcelana, mesas o un trasto para la vista, la atribución no es empresa difícil. Las marcas hablan. Los muebles, sí, muchos se venden por el estilo que tienen, pero las buenas fábricas del diecinueve y del veinte marcaban su obra. Le daban pedigrí. Las porcelanas, llevan su sello. Grabado primero, luego de color, cocido al fuego, te gritan la época y la mano que las hizo. Los cristales, la plata, las alpaca, todos llevaban y llevan su signo.
En el arte, la firma es la palabra. Una escultura, una pintura, el artista siempre deja su rastro. Y uno, por su parte, debe asegurarse de que la firma sea honesta, que no sea una mentira.
En el coleccionismo, la cosa es más sencilla. Excepto quizás la numismática, donde la línea entre lo bueno y lo excelente es una fina hebra que roza la locura. Un tren de juguete, un viejo coche, casi siempre tienen una marca que te dice si es un Payá o un Ibertren. Es la marca la que habla, la que cuenta la historia.
Ahora, para que entiendan, les mostraré algunos trabajos que hemos hecho. Diré por qué creemos que ciertas piezas son algo más. Algo excepcional. Aunque no todos los hombres piensen igual. La verdad, al final, siempre es de uno.
Ejemplos Vivos
1. Café Koening Porzellan: El Alma de Galicia en Porcelana Alemana
Un juego de café para doce, porcelana Koening Porzellan. Lleva el sello de MAH. Eso es Santa Clara de Vigo en sus primeros años, cuando firmaban como Moisés Álvarez e Hijos. Una pieza con alma. La porcelana llegó de Alemania y fue decorada en Vigo. El sello la sitúa entre 1940 y 1950.
Esta pieza es un enigma y una belleza. Comprada en blanco de la Porzellanfabrik Königszelt, una fábrica alemana de 1860, luego pintada en Galicia. La "Hausmalerei" de siempre. La fábrica operó hasta 1951. Si la inscripción "Königszellen" se une al "Germany", entonces la pieza en blanco es de 1930 a 1945.
La fecha es doble. La fábrica dio el cuerpo. MAH le dio el alma. Rastrear al decorador es como buscar un fantasma. Es el desafío de la porcelana de doble vida.
2. El Aparador de Schönhoff: Un Eco de la Posguerra Alemana
Este aparador nórdico de Schönhoff, Alemania, cuenta una historia. Lo vendió Möbelhaus Schönhoff en Bonn. Nació el 11 de mayo de 1955. La mano que lo hizo fue la de un "Tischler" llamado Hraell, un artesano solitario o de un taller pequeño. Seguramente parte de la línea "Verona", un nombre que suena a los cincuenta y sesenta.
Su estilo es el "orgánico" del Moderno de Mediados de Siglo alemán. Líneas limpias, utilidad, curvas suaves. La madera oscura y su aire simple gritan la época. Es el "Wirtschaftswunder", el milagro alemán. La demanda de muebles nuevos, funcionales. Un minorista de la región, un artesano con su nombre, un posible nombre de línea. Todo habla de la industria alemana de entonces, mezclando el viejo saber hacer con las ideas de la Bauhaus. No es solo un mueble. Es un pedazo de historia. Un trozo tangible del cambio hacia la vida moderna en Alemania Occidental.
Con su fecha de 1955, su origen alemán y su estilo "orgánico" Moderno de Mediados de Siglo, este aparador es oro para los coleccionistas. Las curvas orgánicas son un imán. Las etiquetas, que nombran al vendedor y al artesano, y la fecha, le dan valor. El estado será bueno, con el desgaste noble del tiempo. Su historia confirmada y su estilo lo hacen un tesoro para cualquiera que entienda el diseño del siglo XX. No solo es bello; es una voz que cuenta la historia de una era.
3. Los Inuit de Lladró: Esculturas de Inocencia
Un par de figuras Lladró. Niña y niño esquimales, o Inuit. Obra de Juan Huerta, el escultor de Lladró. Hizo varias piezas de esta serie "Esquimal" o "Inuit".
La "Niña esquimal" y el "Niño esquimal", a menudo "dormidos" o "pensativos", nacieron alrededor de 1970 y se retiraron a principios de los noventa. Eso los hace codiciados. Son de porcelana, los más viejos de gres. Su tacto es suave, natural, sin el brillo de otras piezas de Lladró.
La niña, "Niña Esquimal Sentada" o "Niña Esquimal Durmiendo" (Lladró n.° 2158), se la ve envuelta en una manta blanca, su cabeza apoyada en el brazo. El niño, "Niño Esquimal Pensativo" (Lladró n.° 2159 o n.° 12159), en pose similar, también en reposo.
Las figuras de Lladró, sobre todo las retiradas y las de manos como las de Huerta, son de colección. La serie "Esquimal" es un ícono. Habla de la inocencia y de una cultura lejana. El sello "LLADRÓ HECHO A MANO EN ESPAÑA" es el de origen. Los números o marcas cerca, dan los detalles de producción. Se aprecian por su arte, la vida en los rostros de los niños y el consuelo que dan. Los modelos grandes miden unos 31 y 27 centímetros.
Esto es la catalogación de una cosa. Y si tiene nombre y apellido, tanto mejor. Siempre.
Atte
Jesus Vazquez Montero
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